A mediados de los 70 dejó para siempre de humear esta


rudimentaria tejera que durante décadas sus propietarios - Andrés - y posteriormente - Marcelino - habian mantenido a duras penas y a golpe de mucho sudor y sacrificio. El producto se elabora de manera totalmente artesanal: Se recoge el barro en esteras que transportan las caballerías o a hombros hasta la tejera, unas manos diestras lo soban lo trocean y moldean sobre una horma, se deja secar al sol un tiempo prudencial y finalmente se cuecen en un horno previamente atizado con leña. El resultado era una teja rojiza de figura estilizada, extrema dureza y alta calidad.
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